Por Desde la redacción
2020-04-05 18:58:50
Por Susana Pares, docente universitaria, Sexagenaria.
He estado pensando que en la niñez organizábamos la fila para ingresar a la escuela, o al aula, haciendo algo tan sencillo como “tomar distancia”, los de más de 60 años, recordarán que el acto consistía en extender el brazo- detrás de quien nos precedía- y tocar con la punta de los dedos su hombro. Luego, bajar el brazo, y mantener la distancia.
Hoy hemos visto como una película horrorosa, que nos recuerda los momentos más terribles de la historia, a cientos de jubilados, esperar con frío, agolpados, sin poder mantener la distancia necesaria.
Como una imagen móvil, en blanco y negro, que nos mostraba a personas que quizás no tendrán la oportunidad de hacer otra fila ignominiosa.
¿Es tan difícil organizar una fila? Se pudo pensar en ordenar por orden alfabético, o por letras aleatorias, por números de documentos. El mensaje no fue claro o hubo una inexcusable imprevisión, sino esto no hubiera ocurrido.
No hubo nadie recorriendo las largas hileras, para reconducir a quienes no tenían que estar y evitarles la espera, la posibilidad cierta de un contagio o una descompostura como ocurrió.
Y en medio de esta tragedia, aparecieron vacunatorios ambulantes.
Esto lleva a otra reflexión: ¿Era oportuno –médicamente- en medio de un amontonamiento de personas –todas vulnerables- colocar vacunas que se supone requieren al menos ciertas garantías de asepsia?
Por ello existen los vacunatorios. ¿O no? Las imágenes eran como una super-oferta de 2x1: Jubilación y vacuna, todo en un mismo sitio.
Para los que son incapaces de organizar una fila de personas vulnerables, un pequeño mensaje, ustedes tendrán más de sesenta años algún día, es de esperar que la sociedad evolucione y no se encuentren con incompetentes como ustedes.
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