Por Redacción
2021-09-07 10:35:56
Barbi Recanati, fotografía gentileza de Marcos Roma.
Por Joaquín "El Colo" Alonso.
Las rebeldías bien entendidas suelen ser esa conjunción coyuntural entre contexto social, formaciones ideológicas, juventudes alborotadas y un compromiso artístico sensible a su entorno político. El sábado, mientras Barbi Recanati tocaba en Club Paraguay, hubo al menos 3 de esas virtudes; que no es poco en épocas de pandemia.
En una escena tan desorbitada por la espectacularización permanente y cada vez más presente ante ciertas facilidades técnicas, es difícil volver a encontrar conceptos que no sean una producción audiovisual y conviertan el escenario en una expresión visceral y física de su discurso artístico. Debo decir, que Barbi Recanati ha sabido definirse (y encontrarse) en un sonido personal y una propuesta original que, si bien expone los matices histriónicos, puntillosamente estudiados y asimilados, de influencias claras (Patti Smith, Debbie Harry, Siuxie and the Banshees), los complementa proponiendo una novedad emocionante, una suerte de actualización con anclaje emotivo, una profundiad conceptual que solo sucede cuando el artista establece sus propias reglas estéticas.
Ubicación en Tiempo Real es un disco que enmarca, tal vez sin querer, cierta poética urbana y representativa del sector demográfico de una generación a la que el rock venía negando sistemáticamente bajo preceptos absurdos, paradójicos, misóginos y fascistas; lo que despierta, desde mi punto de vista, la efervescencia de un público que se encuentra por primera vez con la adrenalina de ver sobre un escenario (centro de poder político por excelencia) a una figura que lo refleja, grita lo que él no puede gritar y pelea las mismas batallas culturales (ergo, lo representa) bajo el contexto del sonido estridente y la estimulación perceptual de una guitarra distorsionada. Hay un lenguaje en común, un código que, si bien es establecido por el artista, es interpretado y compartido por el público. Una comunión eléctrica.
Resulta extraño situar todas estas ideas entre mesas, sillas y gente sentada, sin pogo ni cuerpos amontonados contra una valla, y es cierto que sería interesante ver hasta qué punto esa efervescencia pudiera llegar por fuera de la asepsia de un contexto controlado, demarcado por la realidad de una enfermedad con contagio masivo, pero frente al límite de las posibilidades actuales, se puede decir que hubo un clima, una energía general que responde a la sinceridad de un artista en ascenso al que todavía le queda un techo mientras logra esquivar las imposiciones de un mainstream caníbal que pretende masticarlo todo y exprimir cualquier ápice de originalidad. El modelo Fordiano aplicado a lo abstracto, la muerte del concepto artístico.
Barbi Recanati ha logrado encontrar un discurso personal, que le permite definir con claridad el marco sonoro, lírico y musical con el cual expresarlo. La sensación es que, dadas las condiciones, los últimos 16 años de una carrera más que interesante, podrían ser el preludio de algo mucho más grande, que implica la renovación de una escena que pareciera haber sido desplazada, pero siempre sigue cocinándose en el under mientras trata de volver a explotar. Tal vez tengamos que cambiar las formas y encontrar a los enemigos ideológicos y culturales que el rock ha combatido siempre, sobre todo, si eso implica reescribirnos a nosotros mismos.
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