Por Redacción
2021-01-12 16:20:01
Portada de “Brain Drain” de The Ramones.
La injusticia y el temor a una muerte intrascendente son principios fundamentales para la acción y desarrollo de cualquier artista. Quien lo niegue, miente. Absolutamente todos queremos ser amados y admirados por nuestra sola condición de seres sociales y la aceptación resulta, muchas veces, en el motor de acción para casi todo lo que emprendemos como hecho artístico o comunicacional. Queremos representar, simbolizar, ejemplificar a los que piensan como nosotros. Queremos ser un punto de referencia y, en lo posible, uno positivo. Desde esa necesidad cantaba hasta Joey Ramone y ¿Quién podría negar el triunfo del más hermoso de nuestros perdedores?.
Hacia finales de 1988 RAMONES atravesaba el peor de sus fracasos económicos en años y el principio de una profunda ruptura interna que vaticinaban lo que sería un último disco acreditado a su segunda formación más conocida (Marky, Dee Dee, Johnny y Joey) y que, si bien Animal Boy ya los había traído en el 87, consagraría a la Argentina como refugio definitivo ante la injusticia de una industria que les había soltado la mano desde hacía varios años.
BRAIN DRAIN es el grito desesperado de una banda insegura, quebrada y ninguneada por un mundo que los desechaba luego de haberlos explotado hasta el hartazgo, relegándolos a la tercera línea de festivales y pubs de mala muerte con baños meados, pizzas de cartón y cervezas baratas. Este álbum expone el sonido de quienes son conscientes de su propia decadencia y tiran un último manotazo de ahogado mientras el auto boicot se presenta como única reacción ante el conflicto interno. No hace falta decir que el amor que tenemos hacia esta banda es inexplicable, sobre todo viniendo desde quienes no pudimos ver más que una pequeña chispa nostálgica en algún show de Marky o CJ. Aún así, a muchos de nosotros, los Ramones nos salvaron la vida.
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